jueves, diciembre 23, 2010

Pesadilla antes de Navidad


El infame arbitraje en el primer cuarto da alas a Oviedo.

Segundo cuarto desastroso de los de Herrera.

Keefe desapercibido en su debut.

Promobys BS Hoteles 89 Feve Oviedo 98
CB Promobys BS Hoteles: Fede Bavosi (10, 2 triples), Miguel Molina, David Ortega (5, 1 triple), Ryan McDade (12) y Víctor Pérez (21, 2 triples) –quinteto inicial-. También actuaron Rafa Rufián (4), Bernardo Castillo, Iván Matemalas (14, 4 triples), James Keefe (8) y Nick Maglisceau (12).
FEVE Oviedo: Ian O’Leary (17), Kevin Ratzsch (22, 1 triple), Rubén Suárez (10, 2 triples), Alejandro González (20, 3 triples) y Javier Román (15, 3 triples)
–quinteto inicial-. También actuaron Manuel Parada (2, Tony Tate (6) y Albano Fernández (3).
Árbitros: Muñoz García y Rupérez Vielba.
Parciales: 13-23, 34-55 -descanso- 65-75, 89-98.

No pudo ser. Era el peor momento para perder en casa, con el reto de la copa muy cerca y justo antes del parón navideño. Pero así ocurrió. Los de Herrera ya saben lo que es perder en su feudo. El partido empezó con imprecisiones aunque más bien de los dos equipos. Los fallos ofensivos de los locales se complementaban con mal rebote defensivo de Oviedo. Pero el detonante de la particular pesadilla tijoleña vendría en forma de regalo navideño arbitral hacia Oviedo. Tras nueve faltas locales llegaba la primera de los visitantes, entre irónicos aplausos del público. La cuestión es que el dúo arbitral acabo tomándose las protestas tijoleñas como algo personal. Mala cuestión si los colegiados son los protagonistas. Pero lo cierto es que tras un mal primer cuarto, donde ya tuvo que debutar Keefe, Oviedo empezó a anotar desde el exterior de manera constante y por primera vez en varias temporadas, al menos en casa, Tíjola no sabia como encarar sus ataques. Un impensable parcial de 0-19 parecía romper el partido definitivamente. O’Leary hacia daño en el poste bajo, y desde fuera González se encargaba de fusilar el aro local. Para frotarse los ojos. En varias temporadas no se había visto nada igual. Aunque la dinámica del encuentro fluctuaba, la “pájara” local fue tan grande que acabó por minimizar todo lo demás. Tanto Ratzsch como Román se encargaban de los ataques claves, y de manejar una tensión extrema en la que se desenvolvía el encuentro. El tercer cuarto empezó con una asfixiante presión local, pues ya no había otra manera de afrontar el partido. Más que intercambio de canastas los dos equipos intercambiaban pequeñas rachas de cinco o seis puntos consecutivos. La sensación de impotencia local se iba incrementando, pues aunque la diferencia, que llego a ser de 26, iba disminuyendo, cada vez que se acercaban a la psicológica barrera de los 10 puntos, Oviedo esquivaba la presión o anotaba dos acciones seguidas. La hinchada local se debatía en si habría milagro en forma de remontada o se acabaría muriendo en la orilla. Cada ataque tenia la magnitud de “última bola”.Cada oportunidad parecía el ultimo tren. En el mismo partido donde se vieron los peores minutos de la temporada, se vivía una intensidad vehemente.
Lo que se había perdido en un minuto y medio, suponía un esfuerzo mayúsculo el resto del envite. El último cuarto, siguió por los mismos derroteros. El ritmo suicida impuesto por los locales era un arma de doble filo. Los robos de balón se mezclaban con contraataques rivales. El pulso era tremendo. En medio del barullo, los colegiados seguían dando que hablar al parar el partido para comprobar la legalidad de un tiempo muerto local. Se las tuvieron con todos, McDade, Rufián, Pérez, y por supuesto con Herrera, que apenas controlaba su frustración. No era para menos. Pese a todo el milagro parecía posible tras un robo y mate de Víctor Pérez, la diferencia era solo de cinco puntos. A falta de algo más de un minuto un entonado Maglisceau dejaba la renta en tres. Y ahí llego la jugada clave del partido. Los locales necesitaban otra defensa acertada para luego optar al empate. Pero al final de la posesión Román acertaba con un triple que finiquitaba el partido. Oviedo lo celebraba como si fuese un título. Esa es la grandeza de los almerienses.

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